jueves, 17 de mayo de 2012

Primero de Mayo: jornada de lucha, no de fiesta

Convertida en una fecha cívica de la que mucho se habla y poco se conoce; a la que los actuales líderes “charros” han convertido en una fiesta nacional; o peor aún, de la que el trabajador mexicano sólo sabe que es una fecha no laborable. ¡Vaya que a los mexicanos nos tocó bailar con la más fea!, si de representantes políticos y sindicales hablamos, ya que se les hace fácil sustituir una fecha histórica por una tarde de vinos y copas. Sin embargo, los obreros de México y el mundo tenemos la obligación y la necesidad de conocer el verdadero significado del 1° de Mayo, si queremos empezar a transformar nuestra conciencia. 


El Primero de Mayo, nos remonta a una de las luchas más importante que ha dado la clase obrera norteamericana, que tuvo como trágico final la muerte de miles de obreros; de ahí se desprenden las “versiones oficiales" para decir que el motivo de la celebración del 1° de Mayo es conmemorar la muerte de los Mártires de Chicago. Se trata tan sólo de una fecha simbólica, pues el verdadero objetivo, es realizar una jornada de lucha mundial por las reivindicaciones laborales y políticas del proletariado. 

Veamos. El rápido desarrollo industrial de Estados Unidos en el último tercio del siglo XIX tuvo como consecuencias negativas en el trabajador: jornadas de trabajo de 15 horas, salarios bajos, prestaciones ínfimas, etc., esto aparejado a una naciente clase obrera compuesta, en su mayoría, por elementos emigrados de Europa con experiencia sindical y una cultura política sólida. La táctica inglesa de cerrar simultáneamente un buen número de fábricas fue puesta en práctica para encabezar la demanda de las ocho horas. En 1881 se funda la Federación Americana del Trabajo (que actualmente sigue siendo la central obrera más importante). En su congreso de 1884 se plantea la necesidad de crear un movimiento unitario para luchar por la jornada de ocho horas; en el congreso del año siguiente se establece el primero de Mayo de 1886 como el inicio de la huelga nacional. 

 Provenientes principalmente de Chicago, la zona fabril más importante, 40 mil obreros se lanzan a huelga. Para el 4 de Mayo se convoca a un mitin en la plaza Haymarket de Chicago, donde se reúnen quince mil trabajadores. Cuando el mitin se disolvía, fue arrojada una bomba entre la multitud, dando la señal para que la policía disparara; no se sabe cuántos murieron, pero la plaza quedó empapada de sangre. Cientos de obreros fueron a parar a la cárcel de Chicago, entre ellos los ocho líderes anarquistas (Albert Parsons, Augusto Spies, Adolfo Fischer, George Engel, Louise Lingg, Samuel Fielden, Michael Schwab y Oscar W. Nebee), otros fueron expulsados, perseguidos, secuestrados y finalmente, el proceso remató con los "juicios de Chicago" aplicados contra los líderes obreros. Los cuatro primeros fueron  ahorcados públicamente, el quinto fue asesinado en su celda y a los tres restantes les fue conmutada la pena de muerte por cadena perpetua. 

Tiempo después, investigadores jurídicos y políticos del proceso demostraron que las acusaciones y pruebas habían sido manipuladas de manera perversa. Nunca en la historia de la justicia mundial se había falseado de manera tan descarada el proceso legal para condenar a gente inocente, dijo uno de los juristas. Ante estas investigaciones el gobierno tuvo que reconocer públicamente la injusticia cometida, ordenando la liberación de los tres sobrevivientes. Cabe decir que, paradójicamente, en E.U. no se celebra el primero de Mayo, ni se conmemora a los Mártires de Chicago. Pretendiendo borrar la historia, el gobierno norteamericano realiza un desfile anual, cada primer lunes de septiembre, como tributo nacional a los trabajadores por su “contribución al desarrollo de la nación”. 

A pesar de la emblemática gesta de los Mártires de Chicago, el evento mundial en el que se acuerda la fecha del 1° de Mayo como día de protesta mundial, fue en el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, fundada por Federico Engels y celebrado en Paris, Francia, el 14 de julio de 1889; ya 15 años antes, en la Primera Internacional, fundada por Carlos Marx, se había establecido la idea de fijar una fecha precisa para la manifestación mundial de la fuerza obrera en defensa de sus intereses. Las palabras de Federico Engels, muestran el objetivo de la jornada de lucha: Hoy primero de Mayo de 1890, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que ya proclamara la Internacional y que es menester elevar a ley. 

Desde el inicio del movimiento, la burguesía siempre combatió la reducción de las horas de trabajo, echando mano desde el argumento de aspecto técnico, que pretendía demostrar la ruina de la industria, hasta los secuestros y asesinatos. En nuestro país la jornada de ocho horas se estableció en la Constitución Política de 1917, como consecuencia de la Revolución Mexicana, y en otras naciones del mundo se reglamentó, tras la firma de los tratados de Versalles en 1919, en las clausulas laborales del compromiso de paz suscrito al final de la Primera Guerra Mundial.  

¿Qué es lo que debemos entender los trabajadores de lo arriba escrito? En primer lugar, que las mejoras laborales no han sido dádivas del gobierno o de los patrones, han costado vidas valiosas de nuestros hermanos de clase que ahora nos exigen que continuemos con la tarea; y segundo, tenemos que revivir los ideales de la concepción de clase del proletariado y de la lucha organizada, del convencimiento de que todos los hombres que sólo contamos con nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir pertenecemos a la clase del proletariado y, como tales, tenemos que dar la lucha organizada por nuestras mismas demandas, si queremos aspirar a una mejor calidad humana, así como nos lo enseñó la Segunda Internacional; así como lo pusieron en práctica los trabajadores norteamericanos.

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