No
obstante, para el 30 de julio de 1811, el cura Hidalgo era excomulgado por la
Iglesia y criminalmente fusilado al
igual que Ignacio
Allende, Ignacio Aldama y Mariano Jiménez. Después de ser cercenadas, sus
cabezas fueron enviadas a la Alhóndiga de Granaditas para ser colgadas y
exhibidas en jaulas como escarmiento en contra de la creciente rebelión campesina.
El 22 de diciembre de 1815 José María Morelos y Pavón fue también fusilado. Los
españoles criollos aceptaban la Independencia de España pero no la insurrección
del pueblo.
La
rebelión fue sometida. La Guerra de Independencia finaliza en 1821, pero no
como resultado de la coronación victoriosa de la insurrección popular sino como
resultado del triunfo de los intereses independentistas de los españoles
criollos que, representados en ese momento por Agustín de Iturbide, pactaron
con Vicente Guerrero la “Consumación de la Independencia” sobre las ruinas de
una sublevación popular.
Hoy,
el panismo reaccionario que gobierna nuestro país pretende festejar esta fecha
con actividades y eventos mediáticos y patrioteros. En ese sentido los trabajadores
de México no tenemos nada que festejar.
Pero
entendido como un histórico ejemplo de la lucha revolucionaria de nuestro
pueblo y considerando la creciente miseria e injusticia que aún existe en
nuestro país, los trabajadores mexicanos estamos obligados a honrar la memoria de
los héroes que han cimentado la construcción de nuestra nación y, sin duda, la
manera más consecuente de hacerlo es continuar luchando
por las causas por las que ellos entregaron su vida y su sangre.
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