Ahora bien, es importante recordar que Mexicana de Aviación pertenece al Nuevo Grupo Aeronáutico que tenía la mayor participación del mercado en el país, con poco menos de dos quintas partes de la oferta de trasportación aérea tanto nacional como internacional. Lo que en palabras llanas significa que era la aerolínea del país que más boletos vendía para viajar en avión. Y el día de hoy los principales periódicos anuncian que Mexicana deja de volar porque los diferentes sindicatos de los trabajadores no aceptaron, ni reducir el salario de sus representados, ni despedir a casi la mitad de los trabajadores para -según la empresa- mantener funcionando a la aerolínea. Con ello se anticipa la segura declaración de quiebra, que en caso de consumarse dejaría a mil ochocientos trabajadores en la calle, ¡sí! por sorprendente que parezca y si como la situación económica del país estuviera para bollos, mil ochocientos trabajadores se sumarían a los más de dos millones de desempleados oficiales que existen en el país, según el INEGI.
Pero es de llamar la
atención que estos casi dos millares de desempleados, forman parte de una clase
de la sociedad que está en peligro de extinción y que es la llamada “clase media”. Y es de poner atención,
porque si algún profesionista o trabajador con un nivel “medio de vida” (contadores, jefes de departamento, asesores
técnicos, médicos, pilotos, sobrecargos, etc.), pensaba tener asegurado su
futuro y no le pasaba por la mente ser él parte de las estadísticas de
desempleo; ahora debe ponerse a pensar que en cualquier momento puede estar en
los zapatos de los miles de obreros que han perdido su trabajo en el último
año.
Pero pongamos los
puntos sobre las íes. Queda claro que el bienestar económico no sólo debe ser a
favor de unos cuantos individuos. Y en nuestro país como en la mayoría de los
países del mundo, la sociedad se divide en dos clases primordialmente; por una
parte están los dueños de los medios de producción, y por la otra, los que son
dueños solamente de sus manos, su inteligencia y pericia técnica. Y en una
sociedad dividida en estas dos clases antagónicas, opuestas entre sí, es claro
que el que tiene la sartén por el mango (los dueños de las fábricas, máquinas,
materias primas, etc.) son quienes deciden cuánto va a ganar el grueso de la
población, cómo va vivir y hasta cómo debe de pensar.
Así las cosas, la
conclusión de los pilotos, sobrecargos, mineros, electricistas, obreros y todo
aquél desempleado debe ser la misma: organizarse y luchar. En primer lugar para
defender sus derechos laborales y en segundo lugar (pero la más importante razón)
para pelear por un gobierno más justo, interesado en el beneficio social de las
mayorías. Buscando crear una sociedad donde la mano de obra del minero, la
pericia del piloto, no sean simples herramientas de trabajo para seguir
enriqueciendo a una minoría de la población.
Pero deben ser ellos
(los pilotos, mineros y trabajadores en general) los que luchen; porque es
claro que ni el “presidente del empleo”, ni todo su gabinete, ni ningún otro
gobernante sea del color que sea, no sólo no crearán los empleos bien pagados
que prometen elección tras elección; sino que difícilmente podrán conservar los
ya existentes. Y la razón más importante de que esto suceda año tras año, no es
porque no sepan cómo hacerlo, es porque sirven a los intereses económicos de la
clase social a la que pertenecen; la clase de los señores dueños del dinero,
dueños del poder económico y político de nuestro país: la clase capitalista.
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