El
diputado perredista Julio Cesar Moreno Rivera, integrante de la Asamblea Legislativa del D. F., declaró
recientemente que promoverá de nueva cuenta su iniciativa de reforma a la Ley
de Cultura Cívica, con el objetivo de “reglamentar” las marchas en la Ciudad de
México, sancionando con arresto de 24 a 36 horas a quien realice
manifestaciones públicas, y si la marcha es numerosa se encarcelará, entonces,
a los dirigentes de la protesta.
Esta perversa iniciativa que hoy
impulsa el PRD es, en esencia, la misma propuesta promovida desde 2007 por el
PAN para “regular” las manifestaciones públicas. Así, políticos de “izquierda”
y “derecha” coinciden en su visión de criminalizar la manifestación popular
dándole un tratamiento delictivo.
Habría que recordarle a estos
señores que el artículo 9° de la Constitución
Mexicana establece claramente que las marchas de protesta y otras
manifestaciones populares están autorizadas como un legítimo derecho de los
mexicanos a organizarse y protestar pacíficamente contra los actos de autoridad
de funcionarios y empleados públicos y, por tanto, ninguna ley administrativa
ni autoridad local está facultada para violentar esta garantía constitucional.
Nuestra Carta Magna está por encima de cualquier otra ley menor. Luego
entonces, la iniciativa del PAN, hoy abanderada por los “revolucionarios” del
PRD es, a todas luces, una medida anticonstitucional.
Además, deben tener presente que la
Constitución Política de 1917 fue consecuencia de la Revolución Mexicana, es
decir, resultado de una sangrienta lucha armada. Los constituyentes aprendieron
bien la histórica lección y, para evitar futuros episodios de violencia,
establecieron que la libertad de expresión, asociación, manifestación y protesta
pública se convirtieran en garantías
individuales, prerrogativas de los mexicanos “para tomar parte en los
asuntos políticos del país” y canalizar, así, el descontento y la inconformidad
social en el marco de un estado de derecho donde predominen la tolerancia, el
respeto y la paz social.
Pretender eliminar estas disposiciones constitucionales es una posición
reaccionaria y antipopular. Más aún, si consideramos la creciente pobreza e
injusticia que actualmente vive el pueblo de México, por tanto, resulta una
irresponsabilidad intentar suprimir la irritación social por la vía de
encarcelar a los manifestantes y sus líderes; por el contrario, está acción desembocaría, tarde o temprano, en hechos
violentos de insospechadas consecuencias. Las gigantescas movilizaciones de
protesta popular en Túnez y Egipto deberían advertir y hacer reflexionar a los
gobiernos autoritarios y antipopulares del mundo, incluyendo, naturalmente, a
quienes gobiernan hoy nuestra nación.
Si en verdad las autoridades quieren evitar las
marchas de protesta, la solución es simple; que los gobernantes cumplan
cabalmente con los compromisos establecidos con sus gobernados. No más.
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