El
pasado 9 de marzo del año en curso, el senado de Wisconsin, EU, aprobó la iniciativa del gobernador republicano Scott
Walker que ordena un severo recorte a
los derechos de los trabajadores al servicio del Estado; una ley antisindical
que pretende reducir el déficit presupuestal del gobierno, por la vía de
recortar salarios, pago de pensiones, gastos médicos, eliminar la defensa
colectiva del trabajo, restringir el derecho de huelga e iniciar el despido de
trabajadores.
Por tres semanas consecutivas se han
producido marchas de protesta; el 26 de febrero con 70 mil y el 12 de marzo con
más de 100 mil estadounidenses, encabezados por trabajadores de la educación y del
sector salud, se manifestaron en la ciudad de Madison, frente al capitolio de
Wisconsin, para rechazar la ley que recorta los derechos de los sindicatos
públicos. Miles de estudiantes y profesores inundaron las calles de Wisconsin;
prácticamente todas las escuelas públicas suspendieron labores.
El problema comienza a extenderse a
los estados vecinos de Indiana, Ohio, Iowa, Michigan, Illinois, Pennsylvania y Minnesota
que están gobernados también por republicanos y que comienzan a impulsar esta
política antilaboral como mecanismo para sanear su déficit presupuestal mientras
que los trabajadores se suman a las protestas públicas en defensa de sus
derechos laborales.
Sin duda, la crisis económica
mundial, que tuvo su epicentro precisamente en Estados Unidos hace un par de
años, está teniendo distintas repercusiones y expresiones a nivel planetario. La política económica y
social en favor del capital y contra las clases trabajadoras. En EU las fuerzas
republicanas aglutinadas en el “Tea Party” (Fiesta del té, en referencia al
movimiento de resistencia contra el gobierno británico en 1773) representan hoy
las posiciones más reaccionarias y conservadoras que han comenzado a imponerse
en la política norteamericana.
Y a pesar de sufrir uno de los más
altos índices de desempleo en su historia, del nueve por ciento, EU continuará
con su política de adelgazamiento del aparato del estado, reducción al gasto
público y el tránsito de todos aquellos servicios que sostenía el gobierno para
dejarlos en manos de las empresas privadas. La economía de mercado en su máxima
expresión.
A pesar de ello, no deja de ser
reconfortante observar el despertar y la lucha entusiasta de los trabajadores
norteamericanos. Al igual que todos los asalariados del mundo, los
estadounidenses protegen el monto real de sus ingresos y su capacidad
adquisitiva; sus planes de jubilación; la cobertura y atención médica para ellos y
sus familias; así como su genuino derecho a la defensa colectiva de su contrato
colectivo de trabajo. Su capacidad de movilización y organización serán
determinantes.
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