El 10 de noviembre, el
Secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos y el Director General del
IMSS, Daniel Karam Toumeh, declararon que el IMSS está gravemente enfermo, en
fase terminal; le quedan sólo dos años de vida y por ello urge que el poder
legislativo le asigne más recursos e instrumente “las reformas que sean
necesarias” para salvarlo, sin dejar de “aclarar” que lo que se busca no es la
“privatización” del IMSS, sino sólo
su “rescate”.
Los trabajadores con conciencia de clase debemos aprender
a leer y descifrar acertadamente el verdadero mensaje que contienen las
declaraciones de los políticos del sistema, y existe para ello una regla
infalible: interpretemos lo que ellos declaran exactamente en sentido contrario de
como lo expresan verbalmente. Por ejemplo, si un alto funcionario dice que no
habrá crisis económica, entonces debemos concluir que sí la habrá; si dice que se tratará sólo de un catarrito, entonces
debemos advertir que será una grave bronconeumonía. Exactamente lo mismo sucede
en este caso; si declaran que no se busca privatizar
el IMSS, los trabajadores debemos concluir que es precisamente eso lo que
quieren, privatizar el IMSS.
La privatización del IMSS ha comenzado desde ya hace
muchos años, como lo demuestran el “concesionamiento” de las guarderías
infantiles, los servicios de intendencia, de seguridad, etc., que hoy se han
convertido en lucrativas empresas privadas. Pero, si hay una prueba irrefutable
y demoledora de la intención de convertir al IMSS en un inmenso negocio
privado, ahí tenemos la privatización del fondo
nacional de ahorro para el retiro de los trabajadores, a través de las
AFORES, SIEFORES, AMAFORES y demás yerbas. Más
de un Billón de pesos (la suma total del ahorro de todos los trabajadores),
que hasta hace 13 años “administraba” el IMSS para garantizar a los
trabajadores una pensión, hoy lo jinetean alegremente una veintena de bancos y
empresas poderosas, como BANCOMER, BANAMEX, COPPEL, METLIFE, etc.
El
gobierno panista intenta hacer, entonces, una carambola de tres barandas: una, deshacerse de la pesada y
fastidiosa carga económica y social que significa para el Estado administrar el
sistema nacional de salud; dos,
poner en manos de los capitalistas un fabuloso negocio para jinetearlo sin
clemencia; tres, un adelgazamiento
drástico del aparato burocrático del Estado, que es el sueño dorado de la
burguesía de todos los países: un gobierno fiel,
eficiente y, sobre todo, barato.
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