Encima de la
vergüenza que nos causa a los mexicanos bien nacidos ocupar los primeros
lugares en corrupción, violencia, inseguridad, narcotráfico, trata de blancas,
prostitución infantil, rezago educativo, desempleo, etc.; encima de todo eso,
ahora tenemos que cargar con el estigma y la culpa inmerecida, de que nuestro suelo patrio se haya
convertido en un verdadero infierno para miles de centroamericanos que, en su
paso por México, son víctimas de las peores vejaciones que se le pueden
infligir a cualquier ser humano: los robos, violaciones, secuestros,
enrolamientos forzados en la mafia y, lo peor, asesinatos en masa, son el pan
de cada día de miles de centroamericanos en México, pero al gobierno de Felipe
Calderón eso no le perturba el sueño. Es más, hasta se encabrona por el justo
reclamo de los gobiernos centroamericanos, que le exigen se aplique la ley, que
se castigue a los culpables y se corrija
radicalmente este cruel fenómeno. Veamos, compañeros, con un par de ejemplos,
la pésima fama que nos estamos ganando.
Rupert Knox, investigador británico de
Amnistía Internacional (A. I.), afirma que “es un
panorama escalofriante. Los migrantes pueden sufrir secuestros, extorsiones,
detenciones arbitrarias y agresiones de parte de las autoridades en un viaje de
terror… seis de cada diez niñas y mujeres son violadas durante su viaje
clandestino a EEUU”. La
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) asegura que
entre septiembre de 2008 y febrero de 2009 hubo 9,758 secuestros de inmigrantes
y fueron detenidas por Migración 64,000 personas de El Salvador, Guatemala,
Honduras y Nicaragua. Unos 10,000
inmigrantes sin papeles –agrega- fueron secuestrados por el crimen
organizado en el primer semestre de 2009 y 60,000 fueron deportados
"voluntariamente", sin que fueran respetados sus derechos.
No podemos enlistar
en este reducido espacio la espantosa lista de agravios contra
centroamericanos, que comparados con las injusticias cometidas por la patrulla
fronteriza gringa contra mexicanos en las márgenes del Río Bravo, son un
verdadero día de campo. Los obreros mexicanos no debemos ver en la llegada de
centroamericanos, ni en su paso por México, ningún inconveniente, ninguna
amenaza. Los trabajadores de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, etc.,
son nuestros hermanos de clase, y lejos de repudiarlos debemos defenderlos, y
exigir al gobierno panista de nuestro país que proporcione a esta gente el respeto,
la seguridad y toda la ayuda humanitaria que exige y reclama a EU para nuestros indocumentados.
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