Al igual que en las
grandes ciudades, también en el campo existe el mercado de trabajo formal e
informal; el primero es aquel que cuenta con contratos y prestaciones de ley,
mientras que el segundo, que abarca a la inmensa mayoría de los jornaleros
agrícolas del país, es aquel que soporta durísimas condiciones de explotación y
que no está sujeto a ningún tipo de regulación laboral, es decir, que carecen
de seguridad social, pago de horas
extras, respeto a la jornada de 8 hrs de trabajo, aguinaldos, vacaciones,
licencias por enfermedad, antigüedad, pensiones, indemnización por despido injustificado,
etc..
Ahora bien,
debido a la pobreza extrema en que vive el proletariado del campo y como
consecuencia de las escasas alternativas de empleo en sus lugares de origen,
éstos se ven obligados a emigrar a los E.U., o bien, a distintas regiones de la
República Mexicana en busca de empleo, ahí donde existe un intenso desarrollo
agrícola y una creciente demanda de fuerza de trabajo. Se registran cerca
de 2 millones de jornaleros emigrantes que periódicamente se desplazan al
interior del país en busca de trabajo.
Los
mercados de “atracción” de esta fuerza de trabajo se encuentran concentrados en
algunos estados del norte del país como son Sinaloa, Sonora, Baja California,
Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Durango, frente a los estados de alta
“expulsión” de trabajadores agrícolas como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, es
decir, los estados de mayor marginalidad.
Es frecuente que
desde el momento mismo de la contratación, el dueño de la tierra busque deslindar su responsabilidad patronal
con el jornalero agrícola estableciendo convenios verbales a través de
intermediarios para encubrir así la relación laboral, iniciando con ello
una innumerable serie de atropellos a
los derechos laborales de los asalariados del campo.
Así, miles de jornaleros migrantes después de superar enormes
dificultades locales para desplazarse, finalmente llegan a los estados de
“atracción”, sin embargo, es común que las empresas productoras no proporcionen
las condiciones adecuadas de instalación para los trabajadores: éstos son
hacinados en galeras desprovistas de los más elementales servicios, obligados a
compartir permanentemente comedores y baños que se encuentran en condiciones
deplorables. Los jornaleros agrícolas laboran así, careciendo de seguridad
social, educación y bienestar para sus hijos. Por si todo ello fuera poco, es
habitual que no reciban el pago de su salario de manera puntual y en forma
completa
debido, entre otras razones, a que los patrones y sus cómplices, los
“enganchadores”, han descontado y asignado arbitrariamente cierta proporción de
esos recursos económicos como compensación a la labor de contacto.
Se debe combatir
esta inaceptable sobreexplotación a que son sometidos los jornaleros agrícolas
del país y la única posibilidad para ello es uniéndose como hermanos de clase,
organizándose y luchando por defender sus legítimos derechos como lo están
haciendo valientemente los jornaleros emigrantes de la región de “La Montaña”,
en el estado de Guerrero, quienes bajo la dirección política del Comité Estatal
del Movimiento Antorchista y la conducción gremial de los jornaleros Nicolás
Mendoza de los Santos, Juventino Romero
García y Natalio Romero Cortés, han constituido ya la
Sección Regional del Sindicato Nacional de Trabajadores Rurales, Industrias Agropecuarias,
Operadores de Maquinaria Agrícola, Similares y Conexos “Emiliano Zapata”, quien
sumará a sus filas más de 300 nuevos jornaleros agrícolas de aquella
demarcación, con el fin de ser cobijados bajo la personalidad jurídica de este
genuino sindicato y, sumando fuerzas, hacer valer así sus derechos laborales.
Los jornaleros agrícolas de “La Montaña” se encuentran en pie de lucha y desde el 14 de octubre del año pasado se mantienen en plantón permanente frente a palacio de gobierno del estado exigiendo al gobernador, Zeferino Torreblanca Galindo, la restitución del terreno del que injustamente fueron desalojados desde el 11 de septiembre del 2009 por Bulmaro Morales Ruiz, poderoso cacique de la región. En dicho predio se encontraba instalado un modesto albergue temporal acondicionado por los jornaleros agrícolas precisamente para atender periódicamente a las familias que de manera regular viajan hacia el norte del país, además de reclamar el pago de los daños ocasionados a sus precarias pertenencias el día en que fueron despojados del citado inmueble.
El enemigo es poderoso y, por tanto, la lucha de los proletarios de “La Montaña” exige de unidad, perseverancia,
disciplina y convicción. Su crecimiento organizativo será un factor
determinante. Continuaran las movilizaciones, mítines, marchas, plantones y una
intensa campaña de denuncia en contra del cacicazgo regional solapado por el
gobierno perredista de Zeferino Torreblanca, hasta lograr obtener solución a sus
justas demandas. Los proletarios de México deben conocer el problema y calentar
motores para sumarse a la lucha. Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario